por Sor Juliana Baldinger
Escribe en una de sus cartas de 1842: “Piensa más en los demás que en ti mismo… y encontrarás a Dios”. Estas palabras me piden que encuentre a Dios en todas las personas y todas las cosas.
Fui a Jerusalén con mi Biblia en la mochila
Aquí me gustaría volver al principio de la historia de mi vida religiosa. Mi llamada comenzó como la de Abram: “El Señor le dijo a Abram: ‘Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, y vete a la tierra que te mostraré’” (Gén 12:1). Como a Abraham, Dios me dijo a mí también: “Ve, ve y lee la Biblia, mi carta de amor para ti”.
La Biblia se convirtió en mi patria
Al igual que Abraham, yo también dejé mi tierra para encontrar la promesa, la llamada de Dios en mi vida, así que fui a Jerusalén con mi Biblia en la mochila. Como Abraham renunció a sus seguridades, yo renuncié a las mías. Como Abraham renunció a su país por la promesa de otra patria, yo también lo hice, y la Biblia se convirtió en mi patria. Comencé a aprender que solo cuando nos ponemos en camino, cuando empezamos la gran Peregrinación, pueden cumplirse las promesas que Dios nos hace.
Encuentra a Dios en todas las personas y todas las cosas
Siguiendo esta llamada, llegué al Convento Ecce Homo de Jerusalén donde, algunos años más tarde, comenzó mi camino, para servir a Dios en la Congregación de Notre Dame de Sion. Durante el tiempo de mi formación a la vida religiosa, oí otra voz que me decía: “He venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10:10). Esta se convirtió en misión, por la que vivo hoy.
Y con el Salmo 46,10 puedo decir: “Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios.”. Por eso, soy una amante de la “Oración Centrante”, una forma de oración silenciosa que va más allá de la conversación para llegar a la comunión.
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