por Sor Rosemarie Wesolowski
En 2002 volví a Alemania y desde entonces he completado otra formación como psiquiatra y psicoterapeuta y he estado trabajando durante casi otros 20 años en este campo.
Lo que más necesitan es respeto y ser vistos y reconocidos como personas de pleno derecho
Recientemente, comencé un horario especial de consulta médica en un centro de acogida para personas sin hogar de Leipzig. Somos 4 o 5 médicos de Leipzig que ofrecemos nuestra experiencia en varios lugares de la ciudad. Procedemos de distintas especialidades: medicina interna, cardiología, nefrología, cirugía y ahora psiquiatría.
Se calcula que entre el 80 y el 90% de las personas que viven en la calle padecen una enfermedad psiquiátrica: están enfermas y se convierten en personas sin hogar, o enferman debido a la falta de hogar. La mayoría de mis pacientes no saben que soy psiquiatra; en su mayoría han tenido malas experiencias con el “sistema” de la medicina establecida. Vienen con todo tipo de dolencias —desde lesiones cutáneas a problemas oculares, pasando por síntomas de dolor en todo el cuerpo, heridas tras peleas; muy a menudo están borrachos o bajo los efectos de las drogas—, pero tienen en común que todos son infelices y desgraciados. Incluso cuando no puedo ayudarles, siempre tengo tiempo para escuchar, esperar, oír sus historias, hacerles un chequeo médico, a veces incluso tratarles. Pero lo que más necesitan es respeto y ser vistos y reconocidos como personas de pleno derecho.
A veces también reímos juntos
No todo es triste, a veces también reímos juntos. Especialmente para las personas a las que es muy difícil llegar, que tienen experiencias de fracaso, decepción, pérdida, trauma, psicosis, adicción, violencia, es bueno encontrar un refugio durante algunos instantes u horas para descansar y recuperar un poco de “entereza”.
Este lugar, donde voy una vez a la semana, financiado por Diakonie y Cáritas, se llama Oasis y es muy significativo. Se ofrece una comida caliente diaria, la posibilidad de ducharse, ropa nueva y la visita de un trabajador social para orientación y ayuda.
En todas y cada una de las personas encuentro a Dios
La situación en Alemania, debido a los problemas en la economía, no mejora; cada vez más gente pierde su casa o no puede permitirse una. También conozco a muchas personas de otros países, sobre todo de Europa del Este, que están atrapadas aquí por falta de recursos. Afortunadamente, ahora disponemos de traductores automáticos, lo que a menudo facilita mucho la comunicación. Sin embargo, muchos nunca vendrán a nuestra casa ni a otros lugares parecidos. Intentamos llegar a ellos a través de nuestros “trabajadores de calle”, que los invitan o los traen ellos mismos si necesitan ayuda, y de vez en cuando salgo yo misma a buscar a alguna que otra persona a la calle, y allí la atiendo.
Mi sueño es un autobús medicalizado con conductor, para poder ir a muchos más lugares de la ciudad y ofrecer directamente lo que tenemos: a veces un cigarrillo, un café, una charla, un periódico, calcetines nuevos… no siempre sólo ayuda médica. Soy optimista y creo que conseguiremos ese autobús.
En la Sagrada Escritura oímos que Dios creó a todos los seres humanos a su semejanza, y ese es el mayor regalo de mi trabajo: saber que en todas y cada una de las personas encuentro a Dios.