por Sor. Katherine E. Wolff
Cada día comienza con la señal de la cruz y las palabras del Sh’ma Israel: “Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Deuteronomio 6:4-5). Y Jesús añadió las palabras del libro bíblico del Levítico: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. (Levítico 19:18).
Escuchar la Palabra de Dios en la Biblia, en los demás, en la naturaleza
Estas palabras me recuerdan el amor de Dios por mí y por todos nosotros, y expresan mi arraigo en el pueblo judío y mi fe en Jesús; son una llamada a responder amando a Dios y a los demás, una llamada que ha inspirado toda mi vida, y que intento vivir cada día.
Para ello es esencial escuchar la Palabra de Dios en la Biblia, en los demás, en la naturaleza. Y trato de expresarlo en mi oración, también con los Salmos: por un lado, en la adoración y la acción de gracias y, por otro, en la intercesión por muchos otros. Como decía nuestro fundador Théodore Ratisbonne, nuestro corazón debe ser tan grande como el mundo. Por eso rezo con y por el pueblo judío y los pueblos del mundo, especialmente los que sufren.
La reconciliación es esencial en una vida de amor
La reconciliación es esencial en una vida de amor, en las relaciones personales, cuando he herido a alguien o me han herido. Reconocer mi propio error y perdonar es vital, confiando siempre en la misericordia de Dios. Para mí, un aspecto importante en esta reconciliación ha sido mi elección de vivir parte de mi vida en Alemania. Mi familia judía de Berlín, incluido mi padre, fue perseguida bajo Hitler. Viviendo allí, he intentado vivir de una manera reconciliada.
En última instancia, sólo Dios da plenitud
El Sabbath judío, que se celebra cada sábado, es importante para mi vida diaria. En el Sabbat, los judíos descansan y devuelven la Creación a Dios, que es el único que puede dar y dará plenitud. Para mí es esencial tomarme esos momentos de descanso, en los que recuerdo que estoy llamada a ser partícipe de la Creación, pero que en última instancia solo Dios dará plenitud. Para mí, esos momentos son una expresión de mi esperanza en nuestro Dios Creador y Redentor.
En esta vivencia cotidiana de mi espiritualidad, pido a María, la madre de Jesús, que me acompañe, me muestre a su Hijo y me ayude a responderle. Así doy gracias por todo lo que recibo cada día. El pueblo judío está invitado a alabar y dar gracias a Dios muchas veces a lo largo del día. Para mí, como cristiana, la Eucaristía (Misa), la acción de gracias por excelencia, es la fuente y la cumbre de mi acción de gracias, con Jesús y en Jesús. Al mismo tiempo, la Eucaristía refuerza mi esperanza en el Dios que, con la resurrección de Jesús, me da a mí, y nos da a todos nosotros, la esperanza; el Dios que vence las tinieblas y la muerte para dar luz y vida.