Mi experiencia del diálogo interreligioso

por Sor Anna Bodzińska

“¡Qué alegría cuando me dijeron: ‘Vamos a la casa del Señor!’” (Sal 122 (121))

Siempre he estado vinculada a la Iglesia. Cuando sentí el deseo de conocer mejor a Dios, decidí empezar a estudiar Teología en la Universidad UKSW de Varsovia. En aquella época, participé en retiros organizados por la capellanía estudiantil en el antiguo campo de concentración y exterminio nazi alemán de Auschwitz-Birkenau. Esa experiencia despertó en mí muchas preguntas importantes sobre la presencia de Dios en el mundo, el Holocausto, mi vida y la vocación religiosa.

También fue la época de la guerra civil en Bosnia-Herzegovina, el conflicto armado más sangriento en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial. En la antigua Yugoslavia, creyentes musulmanes y cristianos se mataban en nombre de la religión. Antes yo había estado un tiempo de retiro en Taizé, un pueblo ecuménico de Francia, que contribuyó a reforzar mi sentido de la importancia del diálogo entre cristianos y entre diferentes religiones. Sentí que Dios me llamaba a dedicarme enteramente a Él en este camino de diálogo.

Dios me llamaba a dedicarme enteramente a Él en este camino de diálogo

Ahora tenía que buscar una congregación religiosa en Polonia cuyo objetivo fuera cultivar las relaciones mutuas con el judaísmo. Ya tenía claro que, como cristianos, estamos espiritualmente unidos a la herencia de la fe de Abraham y que nos nutrimos de la raíz del buen olivo en que se han injertado “las ramas del olivo silvestre que son los gentiles” (cf. Nostra Aetate, núm. 4) Para mi gran sorpresa, no encontré en Polonia ninguna congregación dedicada expresamente al diálogo ecuménico e interreligioso, así que decidí buscar fuera del país. La dirección de las hermanas de Nuestra Señora de Sion me llegó de Jerusalén en 1991. Intercambiamos las primeras cartas, tuvimos un primer encuentro y luego la decisión: “Aquí es donde Dios me llama”.

En mayo de 1996, me mudé a una casa de hermanas de NDS en Francia, y allí empecé a descubrir y profundizar lo que se llama el carisma de las hermanas de Nuestra Señora de Sion. Comprendí que es una vocación muy hermosa y única, pero también exigente, que —como enseñaba el padre Ratisbonne— requiere mucha oración.

Tras hacer mi primera profesión y completar mis estudios teológicos y bíblicos, la Congregación me permitió fundar una casa de la NDS en Polonia con otra hermana. A partir de septiembre de 2004, nos pusimos a forjar relaciones con los intelectuales y la Iglesia de Cracovia. El cardenal Franciszek Macharski, que había vivido el conflicto de las Carmelitas en Auschwitz, tan perjudicial para las relaciones entre los judíos y la Iglesia católica, nos invitó a su archidiócesis, porque se dio cuenta de que nuestra presencia en Polonia era “muy necesaria”.

Estudiar judaísmo también ha profundizado mi experiencia de fe

Me dediqué a muchas formas de trabajo interreligioso: Reuniones bíblicas para preparar la Eucaristía dominical, en las que también examinamos la teología y el pensamiento judíos; catequesis para alumnos de colegios; organización de retiros y participación en iniciativas sobre el tema del diálogo interreligioso; pertenencia a organizaciones judeocristianas, interreligiosas y ecuménicas.

Estudiar judaísmo también ha profundizado mi experiencia de fe y me ha abierto al respeto de la Palabra y del pueblo judío, que, durante siglos ha llevado consigo constantemente esta Palabra, la ha protegido y, al interpretarla, ha descubierto sus significados más profundos. Transmito lo que aprendo a través de cursos de introducción al judaísmo y a los fundamentos de la lengua hebrea.

Es posible glorificar juntos al Único Dios

A través de organizaciones locales, nacionales e internacionales, intento participar en las relaciones judeocristianas en Polonia y en el mundo. En cada ocasión me alegra poder compartir mis experiencias de diálogo en el foro internacional, ya sea en Toronto durante la Semana de la Educación sobre el Holocausto, o en una reunión en París organizada por Amitié Judéo-Chrétienne, o ayudando a mis hermanas en los programas bíblicos de Ecce Homo, en Jerusalén. Para mí, todas estas son formas de llegar al corazón de las personas para que su fe crezca y se profundice sobre los sólidos cimientos de la Palabra y “se nutra de la raíz de ese olivo bien cultivado” (cf. Nostra Aetate núm. 4).

Mantengo vivas mis relaciones personales con personas de distintas confesiones religiosas de muchas maneras, por ejemplo: trabajando en la escuela Sion de Türkiye, donde puedo acercarme al mundo musulmán; y dirigiendo retiros bíblicos con miembros de comunidades judías o con otros cristianos de distintas confesiones. Todos los años participo activamente en actos del Día del Judaísmo de la Iglesia Católica polaca, y siempre me alegra poder compartir mi gozo al descubrir nuestras raíces espirituales comunes.

Y, por último, una confesión muy personal. Tuve un sueño: durante mis votos perpetuos en Cracovia en 2006 deseé que Stanisław Krajewski, judío practicante y amigo de Sion, cantara el Salmo 122 en hebreo. Y así fue. Fue una gran alegría para mí, y un testimonio de que es posible glorificar juntos al Único Dios.