por Sor Maria Odor Malau
Era muy consciente, incluso desde el programa escolar, de que ser indonesio significa ser abierto y tolerante con otras religiones. Bhinneka Tunggal Ika (unidad en la diversidad) es el lema nacional oficial de Indonesia. Este lema hace referencia a la unidad e integridad de Indonesia, una nación compuesta por diversas culturas, lenguas regionales, razas, etnias, religiones y creencias. Sin embargo, si no hubiera estado tan arraigado en mis propias creencias religiosas y sus valores, quizá yo no habría estado tan abierta a otras religiones. Creo que esto se aplica no solo a los indonesios, sino a toda la humanidad.
Un sentido más profundo de mi fe cristiana, que tiene sus raíces en el judaísmo
Con los años fui tomando conciencia de que estos conceptos de apertura, unidad y tolerancia son dinámicos: evolucionan. Recuerdo la época en que estudié en el Instituto de Formación y Estudios Religiosos de Filipinas, donde conocí a dos hermanas de la NDS. En una de nuestras clases, las hermanas presentaron la Congregación y su “amor por el pueblo judío”. Mi primera pregunta, que nunca he olvidado, fue: “¿Por qué por el pueblo judío?”
Puede sonar escéptico, pero para mí resultó ser una toma de conciencia positiva. Este sentido de curiosidad no solo permaneció, sino que creció hasta llegar a ser un sentido más profundo de mi fe cristiana, que tiene sus raíces en el judaísmo. Se convirtió en la semilla de mi vocación, me sentí llamada a unirme a Notre Dame de Sion.
Necesitaba estar presente y ser yo también una testigo, hablar, compartir y rezar juntos
Como parte de mi programa de formación como hermana NDS, tuve la oportunidad de vivir durante casi tres años en Jerusalén, donde descubrí y aprendí las raíces de mi fe cristiana en el judaísmo de Jesús, en la tierra donde nació, vivió y murió.
Una experiencia significativa que siempre me conmovió mientras estuve allí fue ver al grupo de oración interconfesional, llamado “Rezando por Jerusalén”. Creyentes musulmanes, judíos y cristianos se reunían en un espacio público, mostrando a los demás que personas de distintas religiones pueden rezar juntas, codo con codo. Admiré el testimonio de fe de quienes participaban en esta reunión de oración, al igual que me inspiró la fe de los miles de peregrinos que van a Jerusalén a rezar.
La admiración, sin embargo, no es suficiente. Necesitaba estar presente y ser yo también una testigo, hablar, compartir y rezar juntos. Necesitaba implicarme en la situación que estaba viviendo y, al mismo tiempo, mostrar respeto por quienes rezan de distintas maneras y saben que en las diferentes formas de culto está la Presencia Divina. La fuerza espiritual de cada uno demostraba realmente nuestra fe, independientemente de cuál fuera la fe que cada uno hubiera abrazado o en la que cada uno hubiera crecido. Aún siento la necesidad de dar testimonio y promover Jerusalén como lugar de peregrinación, y seguiré compartiendo esta alegría, incluso en medio de los desafíos.
Me sentí llamada a ser testigo del amor de Dios
Mi experiencia trabajando para la Comisión de Diálogo Interreligioso de la Conferencia Episcopal de Filipinas (CBCP-ECID) me ha permitido vivir la misión de nuestra congregación, junto con las actividades de la oficina. Este nuevo ministerio, donde estoy comprometida con diferentes grupos que trabajan en el campo del diálogo interreligioso, ha sido un tiempo significativo de aprendizaje. He comprendido mejor la perspectiva más amplia del carisma de Sion.
En Filipinas, sobre todo en Manila, donde la mayoría de la gente es católica o de otro credo cristiano, el diálogo interreligioso puede pasarse por alto en diócesis y parroquias; pero veo la necesidad de que haya más iniciativas en este campo. A veces aquí los musulmanes sufren la discriminación de la mayoría cristiana y algunos incluso se trasladan a otras partes del país debido a la hostilidad a la que se han visto expuestos. He sido testigo de cómo un taxista decidía no llevar a un pasajero que llevaba un hijap por prejuicio. Esta experiencia confirmó mi voluntad de entablar un diálogo interreligioso. Me sentí llamada a ser testigo del amor de Dios a la Iglesia, al pueblo judío y a un mundo de justicia, paz y amor, donde todos los pueblos, independientemente de su raza, religión u origen, sean respetados y puedan vivir en paz.
Creo que el ministerio en el diálogo interreligioso es importante, no solo en nuestro contexto asiático, sino también en otras partes del mundo donde estamos llamados a responder a los signos de los tiempos.