por Sor Oonah O’Shea
Me entusiasmó esta apertura
Esta vez era para ser miembro fundador de la Congregación en un contexto asiático, Filipinas. En 1986 la Congregación tomó la decisión de mirar hacia nuevos horizontes, y establecerse en otros países donde no estaba presente. Se pidió a las hermanas de Australia que indagaran qué posibilidades había para nosotras en Asia. Esta apertura me entusiasmó y di mi disponibilidad para participar. Había tenido estado un tiempo en Asia (India) siguiendo algunos cursos, y pensé que teníamos mucho que aprender de esta parte del mundo que es rica en pueblos y culturas, y es la cuna de muchos de los religiosos del mundo.
Teníamos mucho que aprender
Tras algunas investigaciones, se optó por hacer una fundación en Filipinas y decidimos instalarnos en una zona rural donde la mayoría de la gente es pobre y lucha por ganarse la vida. Tras intentar aprender el idioma y culturizarme un poco, me aventuré a trabajar para empoderar a las mujeres locales creando una ONG (KUMARE), a fin de ayudarlas a iniciar proyectos o apoyar proyectos de subsistencia ya existentes. Con los años, se ampliaron los programas de la ONG para incluir la ecología, la prevención de catástrofes naturales, la educación y la formación de sus miembros, así como becas para sus hijos. La ONG, que trabaja desde hace más de 25 años, se enorgullece de haberse extendido a cinco municipios locales y contar con más de 2.500 miembros activos.
Nuestra diversidad cultural es una fuente de enriquecimiento
En cuanto a la comunidad, al principio, en 1990, éramos dos hermanas australianas. En 1995 se unió a nosotras una hermana del Reino Unido. Llegamos a ser una comunidad de ocho personas: cuatro filipinas, una brasileña, una indonesia, una inglesa y una australiana. Nuestra diversidad cultural es una fuente de enriquecimiento, que se añade al de vivir y trabajar junto al pueblo filipino.