El hecho ocurrió en la iglesia de Sant’Andrea delle Fratte, en Roma (Italia). Para Alfonso, toda la iglesia estaba a oscuras, excepto la capilla donde estaba María, que irradiaba luz. Escribió sobre la experiencia: “Ella no me dijo nada, pero yo lo entendí todo”. El silencio de María lo dijo todo a Alfonso, y ha conmovido los corazones de muchos a lo largo de los años.
Hacia el final de su vida, el Padre Marie (Alfonso) escribió a un amigo: “Nunca he dejado de ver la intervención de María, que es ella misma la mano de Dios”. Hoy celebramos la presencia de María como signo de Dios en nuestras vidas.
Que la luz del 20 de enero guíe nuestros caminos y nos conduzca hacia la paz y la justicia en el mundo.