One Column
Todos vivimos la noche. El nacimiento y la muerte se alternan en nuestra existencia, al igual que el día y la noche forman parte de la vida, del tiempo; nos marcan irreversiblemente. La noche ha sido concebida desde el principio. Fue colocada para distinguir y comprender: no se podría entender el día sin la noche (véase Gn 1,3-5).
La experiencia de la noche es compartida por todas las religiones. En palabras del teólogo André Feuillet, “[…] es el tiempo en el que se ha privilegiado la historia de la salvación”.
Para el israelita, la noche es un acontecimiento lleno de recuerdos, de promesas, de esperanzas. En las noches de Jesús conviven la alegría y el sufrimiento, la exaltación y el llanto, la certeza y la duda, la esperanza y la angustia.
Un antiguo texto rabínico, llamado El Poema de las Cuatro Noches, cuenta cómo cuatro veces Dios veló toda la noche (hizo la Pascua) para traer la salvación. La primera noche fue la noche de la Creación, la segunda noche fue la noche de la Alianza, la tercera noche fue la noche de la liberación de la esclavitud de Egipto, y la cuarta noche es la noche del Mesías. Es la noche de la Pascua, una noche determinada y reservada para la salvación de todas las generaciones de Israel.
En la reinterpretación cristiana, la cuarta noche es la noche de Cristo resucitado. La noche de la Vigilia Pascual reconstruye toda la historia de la salvación. Es la noche de todas las noches, en la que la fuerza del amor vence a la muerte.
Para los cristianos de hoy, más que nunca, el mensaje de la resurrección debe abrazar el principio de la esperanza. Existe una relación muy estrecha entre la virtud teologal de la esperanza y la categoría de la noche. La esperanza es una virtud nocturna, un ejercicio de espera. Noche y esperanza casi se funden, se identifican y se hacen compañeras en nuestra lucha por vivir y amar.
En la incertidumbre de las crisis actuales, tengamos una mirada positiva, reconociendo que la noche es el seno de la vida, un lugar de esperanza en el que esperar el amanecer (ver: Mt 28,1-9; Mc 16,1-8; Jn 20,1-10). Tengamos la capacidad de imaginar nuevos contornos y nuevas voces, de imaginar un futuro posible.
¡Dios hace cosas importantes a la noche!
Entremos en las noches liberadoras y creadoras de Dios, para que, en el crepúsculo de sufrimientos indecibles, de tantas vidas que se apagan, en Tierra Santa, Ucrania, Sudán, Congo y tantos otros lugares, Dios nos ayude a ver algo nuevo, a tener la mirada de los pueblos que buscan la paz y la tranquilidad en el corazón oscuro de la noche.