Asesoramiento como hermana de Sion

por Sor Therese Fitzgerald

Mi consulta se encuentra en Dublín, aunque a veces también atiendo en línea.

Trabajo con personas que afrontan preocupaciones muy diversas: malestar emocional, salud, relaciones, la carrera, espiritualidad, sexualidad y el trauma del apego. Algunos clientes recurren al asesoramiento a corto plazo a través de programas de ayuda al empleo, mientras que otros han oído hablar de mi consulta por el boca a boca.

La mayoría de mis clientes son irlandeses y el resto procede principalmente de otras partes de Europa, Brasil y Estados Unidos. Me encanta trabajar con este abanico de diversidad cultural.

El deseo de contribuir de alguna manera a ‘un mundo de paz, de justicia y de amor’

¿Cómo se sintió atraída por este tipo de trabajo?

Podría decirse que me dediqué al asesoramiento por casualidad. Cuando comencé mi formación en este campo, era profesora de secundaria y acababa de terminar un máster en Estudios sobre la Paz. Decidí que completar el primer año de un curso de asesoramiento podría ayudarme a “enfrentarme a mi timidez”, que es como la habría descrito entonces. Ahora me pregunto por qué decidí que esa era la “solución”. Durante ese año, empecé a valorar el proceso de asesoramiento y el hecho de que podía marcar la diferencia en la vida de las personas, incluida la mía. Así que me quedé y completé los cuatro años de formación, y desde entonces continúo con entusiasmo mi desarrollo profesional en este campo.

¿Qué aporta como hermana de Sion?

En el centro de mi ministerio de asesoramiento, como hermana de Sion, está el deseo de contribuir de alguna manera a “un mundo de paz, de justicia y de amor” (Constitución NDS, núm. 13). Mi ministerio es parte de mi respuesta a la invitación de nuestro fundador, el Padre Théodore, a “tener un corazón tan grande como el mundo”, que entiendo como una invitación a crecer continuamente en apertura, respeto y bondad hacia los demás.

Esto da forma a mi modo de acompañar a los clientes en el descubrimiento de los aspectos de sus vidas en los que pueden sentirse más vulnerables y frágiles, y la identificación de sus propios recursos curativos innatos para desarrollarlos. A través de este proceso integrador, descubren las fortalezas dentro de las limitaciones aparentes, crecen en libertad interior y son más capaces de elegir. Aunque no tengo una agenda para ningún cliente, soy consciente de que es un proceso que potencialmente proporciona un espacio en el que el corazón de estas personas puede llegar a ser más abierto y más afectuoso consigo mismo, con los demás, con Dios y con el medio ambiente.

Ensanchar nuestro corazón, al ver la riqueza que encierra la diversidad

¿Qué le aporta su trabajo de asesoramiento?

Mi ministerio de asesoramiento ha enriquecido mi vida durante más de 20 años. Me ayuda a crecer cada vez más en mi vocación de hermana de Sion, haciéndome más sensible a las invitaciones a crecer y desarrollarme. Me exige continuamente superar mis propios prejuicios y limitaciones, hacia nuevas fronteras de conciencia.

¿Hay alguna observación personal que pueda hacer sobre su trabajo de asesoramiento?

No deja de sorprenderme que el proceso de asesoramiento es lo suficientemente solidario y flexible como para poder alimentar nuestras diversidades y complejidades como seres humanos. El asesoramiento nos ayuda a profundizar en nuestra propia experiencia, pero también nos invita a ir más allá de las diferencias superficiales que pueden crear obstáculos en nuestra relación con los demás. El asesoramiento nos invita a ensanchar nuestro corazón, al ver la riqueza que encierra la diversidad, tanto si la encontramos en nuestro propio paisaje interior como en nuestras relaciones con otras personas.

La gracia de este trabajo es la presencia del Espíritu de Dios

¿Qué ideas le ha aportado?

A lo largo de los años como asesora, he ido aprendiendo y apreciando cada vez más cómo nuestra propia herida interior puede ayudarnos a aumentar nuestra capacidad de ver y escuchar a los demás, a entablar conversaciones basadas en los valores y las cualidades del diálogo, como el respeto, la apertura y la escucha. Estas conversaciones nos permiten potencialmente encontrar al otro en nuestra vulnerabilidad y fragilidad compartidas, en nuestra humanidad compartida.

Espero, deseo y rezo para que este ministerio contribuya de algún modo al deseo del Padre Théodore de que tengamos “un corazón más grande que el mundo”. En última instancia, soy consciente de que la gracia de este trabajo es la presencia del Espíritu de Dios, que nos sana y guía nuestro mundo interior hacia la plenitud. Este don de sanación interior se convierte entonces en lo que podemos ofrecer a los demás en nuestra forma de relacionarnos. “El Espíritu nos urge acoger a cada una en su singularidad, con sus riquezas y limitaciones, y nos permite perseverar en este amor que crece y se profundiza mediante los actos concretos de la vida diaria” (Constitución NDS, núm. 47).