Pequeñas acciones de cuidado y amor por nuestra Madre Tierra

por Sor Ofelia (Leah) De la Torre

Filipinas es un archipiélago de islas del sudeste asiático, frente al océano Pacífico, de clima tropical, que forma parte del “Cinturón de Fuego” —de gran actividad sísmica— y del cinturón de tifones.

En un año normal se producen más de 24 tifones. Algunos son realmente potentes, y la mayoría traen fuertes vientos y lluvias torrenciales.

El contexto en el que vivo es especial, pero su situación medioambiental es relevante a escala mundial

El 29 de noviembre de 2004, al final de la Jornada Nacional de la Juventud, nosotros —participantes locales de algunas parroquias vecinas— nos dirigíamos alegremente a casa, cuando nos detuvieron en Ilavac, el primer barangay (pueblo) de Real. No podían pasar vehículos, debido a los enormes corrimientos de tierra en Real, Infanta y Nakar. No tuvimos más remedio que volver a casa andando, de un pueblo a otro: unos 30 kilómetros. Caminamos por la Sierra Madre, donde el barro a veces nos llegaba hasta las caderas, y en algunas zonas por las que pasamos aún caían piedras y corría agua marrón por encima de nosotros. Estábamos abrumados por el miedo y bastante traumatizados.

Durante ese tiempo, la casa de Sion fue uno de los refugios de nuestro pueblo. Había más de sesenta mujeres, hombres y niños alojados con nosotros. Esta experiencia nos dio una conciencia y un conocimiento más profundos de la fuerza de la naturaleza. También nos hizo tomar conciencia de lo descuidados que somos a veces con la naturaleza.

Aún no es demasiado tarde. Aún estamos a tiempo de rescatar el único hogar que tenemos: el único planeta habitable.

Debo reconocer que en mi ministerio en ecología influyen mi comunidad, mi experiencia y mi deseo de contribuir, aunque sea con pequeñas acciones de cuidado y amor, a salvar nuestra Madre Tierra. Nuestra comunidad aquí en Real trabaja mucho para que crezca la conciencia de que nuestras acciones y hábitos afectan al medio ambiente. Intentamos ser sensibles y cuidadosos, y aplicar las 3 erres —reutilizar, reciclar y reducir— en nuestra vida diaria. Por ejemplo, practicamos el compostaje, no quemamos ningún tipo de basura y optamos por alternativas naturales a los productos para el hogar siempre que podemos.

Aún no es demasiado tarde

Fuera de mi comunidad local, a veces doy seminarios sobre ecología básica con los miembros de KUMARE, una Organización No Gubernamental que apoya a las mujeres en Filipinas. Los seminarios pretenden sensibilizar a la gente sobre el medio ambiente y compartir formas sencillas de poner en práctica las “3 erres”:

Reutilizar: por ejemplo, reciclar las láminas de plástico/aluminio de los envases de alimentos; lavarlas y reutilizarlas de nuevo para transportar y almacenar pescado o carne.

Reciclar: por ejemplo, tener una granja de lombrices en el exterior, para evitar el uso de fertilizantes químicos para verduras y plantas.

Somos como una red: todos estamos conectados y formamos parte de la Creación

Reducir los productos no reciclables: por ejemplo, en el mercado utilizar bolsas ecológicas en lugar de bolsas de plástico.

También participo en iniciativas organizadas en mi distrito, como campañas de limpieza de costas y ríos, y planto mangles costeros para crear escudos biológicos que ayuden a reducir el impacto de tormentas ciclónicas, huracanes y tsunamis en las vidas humanas y propiedades.

El contexto en el que vivo es especial, pero su situación medioambiental es relevante a escala mundial. Somos como una red: todos estamos conectados y formamos parte de la Creación. Tenemos el poder de salvar nuestro único hogar, nuestro Planeta. Cada uno de nosotros hará bien en dedicar tiempo a darse cuenta de la Madre Tierra, experimentarla y observarla, y escuchar la llamada que se nos hace a responder.