por Sor Anne-Cécile Rupied
En efecto, todos somos peregrinos; como Abraham, al oír la llamada del Señor, caminamos, solos y juntos, hacia una tierra que no conocemos.
En la vida solitaria que llevo como contemplativa de Nuestra Señora de Sion, acompañar a otros en la oración puede tomar varias formas.
Poco a poco me convierto en una “persona colectiva”
“Llevar conmigo”: de este modo, cuando me acerco a Dios en la oración, las personas que llevo conmigo pasan a formar parte de mí y, a través de mí, son llevadas a la presencia de Dios. Como dice nuestro fundador, el P. Théodore Ratisbonne, poco a poco me convierto en una “persona colectiva”.
“Abrir un espacio”: hacer un largo momento de silencio ante el Señor poniéndonos a su disposición, por ejemplo, por alguien que debe discernir sobre una decisión importante, significa abrir un espacio al Espíritu Santo, para que intervenga en su vida como crea conveniente. Normalmente, también tenemos la oportunidad de dialogar. Pero a veces, en momentos críticos, siento lo importante que es no intervenir, para que el Señor tenga plena libertad. Dejarse llevar por la situación, saber esperar, es siempre una lección…
“Prestar mi voz”: a veces, cuando recito un salmo, sobre todo los salmos que piden ayuda, siento de repente que ya no soy yo quien lo dice. Alguien se cuela en mis palabras para clamar a Dios. No sé quién es. Es la experiencia de la comunión de los santos.
Dejarse llevar por la situación, saber esperar, es siempre una lección
“Servir de recordatorio”: “Invocad al Señor”, dice el profeta Isaías. Los que rezan también tienen esta función. Simplemente dirigiéndome al Señor a lo largo del día: “Jesús, no te estarás olvidando de fulanito, ¿verdad?”.
“Rezar un poco”: por alguien enfermo o anciano, también puede significar rezar una oración cada día para acompañarle en su camino con constancia y paz. Me gusta rezar a María, con la certeza de que nos hará nacer hijos de la luz, como hizo con Alphonse Ratisbonne cuando se le apareció en Roma en 1842, un acontecimiento que marcó los inicios de nuestra Congregación.
“Apoyar con la ayuda de textos bíblicos”: A veces también me piden que apoye con pasajes bíblicos una peregrinación, un viaje o, más recientemente, un tiempo de confinamiento, para que las personas puedan estar conectadas con la Palabra de Dios mientras viven esos momentos.
A veces, alguien se cuela en mis palabras para clamar a Dios
“Mantener el rumbo”: más allá de las situaciones personales, también acompaño la vida de este mundo, del pueblo judío y de la Iglesia, relativizando los acontecimientos actuales a la luz del plan de Dios que nos revelan las Escrituras, para que Él sea todo en todos.
En cualquier caso, no se puede comprar la gracia de Dios a través de la oración. Como su nombre indica, la gracia de Dios es gratuita, al igual que nuestra vida en Él. La oración simplemente es el impulso para que circule y luego se asiente… ¡Si quiere!